Por si en nuestra sociedad no hubiese sido suficiente para mujeres y hombres haber crecido con cuentos infantiles hartos de estereotipos sexistas que marcan dolorosas diferencias entre géneros. Por si romper con dichos estereotipos no hubiese supuesto años de lucha, de terrenos que conquistar y esquemas mentales que desmantelar. Por si las consultas de especialistas no estuvieran llenas de personas rotas por sufrir las consecuencias del mítico amor romántico, ahora, hombres y mujeres, tenemos que enfrentarnos a un nuevo fenómeno que viene a afianzar todas estas falacias y cánones: Christian Grey y Anastasia Steele.
La aparición de la trilogía líder en ventas Cincuenta sombras de Grey (James, 2011), narra la historia de amor de una joven mujer y su “príncipe azul”. Anastasia, que así se llama la protagonista, a pesar de vivir en el siglo XXI, haberse formado –y de hecho, poseer un título universitario-, a pesar de pertenecer a la era de la información, es una chica extremadamente tímida, insegura, inexperta y poco intuitiva, virgen y desconocedora de su cuerpo y, además, con pocos recursos económicos. Una cenicienta de nuestro siglo. Por otro lado, Christian Grey es un joven rico, poderoso, controlador de una parte importantísima de la economía de su país y un experto sexual que viene a poner a salvo a la “princesa Anastasia” del peligroso mundo, encargándose de su aprendizaje, y asegurándole la cobertura de sus necesidades de seguridad, de afecto, de sexo, y apartando de su vida todo aquello que él considera dañino, sean cosas o sean personas. Y, a pesar de que la relación del poderoso y la joven inexperta transcurre bajo una nebulosa sexual, tan erótica como dulce, esta relación es un claro ejemplo de amor patológico.
Querer raro, torcido y al revés
La tormentosa historia de amor me hace pensar en muchos de los estilos de mal amor que se describen en el libro Mujeres Malqueridas (Michelena, 2007). En este ensayo, la autora describe diversas situaciones en las que sus pacientes (en su mayoría mujeres), se aventuran en relaciones en las que sus parejas “quieren a una que no es ella, la quieren raro, torcido, al revés, y ella se contorsiona, se retuerce hasta encontrar la forma exacta que encaje con el trazado caprichoso del mal amor”. Para muestra, un botón. Christian Grey dibuja a su Anastasia Steele: establece pautas, traza cuidadosamente los límites de la relación, decide aspectos tales como qué coche utilizará, qué medios van a utilizar para comunicarse, cuál va a ser el método anticonceptivo que emplearán o cuántas horas dedicará al sueño, entre otros. En definitiva, se empeña en querer a una mujer que no es Anastasia. Y Anastasia se modela a su antojo, sufriendo el estrés y la ansiedad propios de este tipo de situaciones.
Existen duras críticas con sólidos argumentos que tildan la actitud del protagonista como maltrato, destacándose dos aspectos fundamentales: la desigualdad de poder en la pareja, y el continuo control que ejerce sobre la mujer.
Al estilo afectivo de Christian Grey se le suma el de Anastasia Steele, otra forma de amor patológico que refleja una “heroica mujer” sumida en una lucha por cambiar a su hombre (su amo), previamente colocado en un pedestal que solo corresponde a los dioses, reconociéndole atributos propios de ellos y profesándole su adoración como solo a ellos corresponde (un proceso que Michelena denomina como la “creación de un dios”). ¿Es realidad o percepción? ¿Realmente es Christian Grey todopoderoso o es la imagen sesgada de la protagonista? Consciente de las actitudes no adecuadas de su dios, Anastasia, no obstante, se cuelga la capa de súper mujer, asumiendo la responsabilidad del cambio de Grey.
El refuerzo de estereotipos
Cincuenta sombras de Grey es una novela que no viene más que a reforzar roles de género desiguales y diferenciados: la mujer sumisa, relegada al ámbito de lo privado, y responsable de cambiar al hombre con amor. El hombre, fuerte, dominante del ámbito público, de la economía y de la pareja. Es el refuerzo de la lucha por amores imposibles o patológicos. Es el reflejo de una relación desigual y de maltrato, de un amor, cuando menos, insano. Una novela que le hace un flaco favor a la idea de construir relaciones amorosas igualitarias, sanas y respetuosas. Y por tanto, es indispensable concienciar sobre la importancia del diálogo, el consenso, la igualdad, el respeto, o la confianza en la pareja. Es necesario poner fin a los cuentos de hadas, y dejar de proyectar roles en hombres y mujeres dañinos e imposibles. Es necesario, por tanto, destruir los estereotipos de “hombre-dios” y “mujeres – cenicientas”.
Estoy totalmente de acuerdo contigo. Es una imagen de mujer sumisa y exclava del sexo. Debe ser que alguien desea esa época porque teme el poder de la mujer, que cada día ve que es tan válida, independiente, inteligente y autosuficiente para hacer de su vida lo que le de la gana.
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