martes, 22 de noviembre de 2016

VIDAS DE ESCAPARATE (relato breve).



Aquella mañana, Alicia se había despertado con la sensación de que, a pesar de que un dolor de cabeza le taladraba las sienes sin piedad, el mundo continuaba su andadura, ajeno y loco.

En su amplio piso de alquiler, alumbrado por la luz ambiental, tenue en las primeras horas de la mañana, las pocas pertenencias de que disponía lo convertían en espacio sin fin, que la hacía sentirse perdida, a ella y a Niki, el siamés que la acompañaba desde hacía dos años, que daba vueltas en las monótonas baldosas  blancas sin ningún sitio por el que trepar. Estratégicamente colocados, los escasos muebles intentaban dar orden y sentido a los huecos que como los de su vida, faltaban por rellenar.

Hacía frío y sucumbió a la tentación de correr las cortinas y, a falta de sofá, meterse de nuevo en la cama a explorar el mundo a través de la pantalla de su teléfono móvil.

Facebook no tardó siquiera unos segundos en devolverle las crónicas de vidas que no eran la suya. Marta sonreía ampliamente en cada una de sus fotografías, sin dejar entrever sus incertidumbres ni disgustos. Su amiga, presumía de una personalidad fuerte e imbatible y junto a sus curvas retocadas a golpe de photoshop, se jactaba de la forma en que actuaba, siempre a la altura de las circunstancias. Luis escribía a bocajarro y sin medias tintas, ofendiendo e insultando a quienes no pensaban como él. Pero también exaltaba a otros, adulándolos de forma abominable. Su prima vivía en un estado de felicidad constante, orgullosa de haber culminado su cima y habiendo decidido no bajarse de ella nunca más, lloviera o tronase en el mundo. Y Tomás, rendía pleitesía a su amada como en la era de Romeo y Julieta, con promesas de amor incondicional y eterna lealtad, tan cursis y tópicas, como increíbles.

A medida que deslizaba sus dedos por aquel odioso aparato, aparecían ante sí historias, y más historias donde el estrés no tenía cabida, ni el dolor, ni las dificultades económicas.

Acabó agotada de repasar aquellas vidas de escaparate, tan plenas en apariencia, pero tan vacías como la suya y aquel piso que habitaba. Casi sucumbe a la tentación de copiarlas; sin embargo, optó por dar media vuelta y escuchar la lluvia, que se confundía con el tic-tac del reloj de pared que marcaba ya las nueve y diez.