Es muy probable que en cualquier reunión de
amigos se hable del tema de la crisis económica. Y en casi todas las ocasiones,
se ha entrado a juzgar la labor de los profesionales que nos dedicamos a
valorar situaciones problema y proponer la concesión de determinados tipos de
ayuda. La ayuda más visual y que más
adeptos a prestarla ha ganado, es la ayuda de alimentos en especie. Con toda
probabilidad, las entidades y profesionales no hemos hecho el suficiente
esfuerzo para preservar la intimidad de los usuarios, fomentándose así el
número de críticas que a diario recibimos. Las afirmaciones del tipo “ustedes le dan alimentos a quien no los
necesita”, está a la orden del día, por
no mencionar la del tipo “he visto a
gente ir a recoger la compra en un Mercedes”.
La pobreza,
¿cuestión de imagen?
Y es que parece que la pobreza sigue siendo
una cuestión de imagen. Estamos acostumbrados a imaginarnos a los pobres con
las ropas rasgadas, sucias, con falta de higiene, analfabetos y por supuesto,
inferiores. No. Los nuevos pobres han sido personas, generalmente de clase
media, que han vivido de su rentas salariales, han adquirido o construido una
vivienda con esfuerzo, abonando sus impuestos, pagando sus facturas, que han tenido
la posibilidad de estudiar, que también iban de vacaciones y por qué no, los
hubo que incluso se compraron un Mercedes. Personas y familias que, conforme a
las posibilidades de la época, fueron construyendo su vida.
Por supuesto, existen igualmente casos en los que se precisa una intervención más especializada dirigida a cambiar
hábitos económicos. Una intervención dirigida a priorizar los gastos y llevar a
cabo una buena economía familiar, formando esto parte de la intervención social
previamente planificada. Eso es cosa nuestra:
asesorar y acompañar a las familias en el proceso de cambio, desmantelando
valores del tipo “tanto tienes, tanto vales”, muy arraigado en nuestra
sociedad, incluso valorando la situación de si el beneficio de vender "el
Mercedes" compensa los costos que supone
la falta de movilidad en una isla con una geografía como la nuestra, con un
coste elevado del transporte público y servicios limitados.
El umbral de la
pobreza y la planificación social
Es muy delgada la línea que separa la pobreza
del bienestar. Según los datos de la
Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) del año 2015, realizada por el Instituto
Nacional de Estadística, el umbral de la pobreza en hogares de una persona se
sitúa en 8.011 euros anuales y en hogares de dos adultos y dos niños, en 16.823.
Probablemente conozcamos a mucha gente que vive por debajo de ese umbral, si acaso
no se sitúa usted mismo en él. La pérdida sustancial de sueldo por reajustes en
la empresa, la pérdida del empleo, el género (la pobreza tiene nombre de
mujer), el régimen de tenencia de la vivienda, el agotamiento de prestaciones
sociales, el desempleo de larga duración, la baja cualificación profesional, la
pérdida de la salud, la existencia de personas dependientes en el hogar, ser
familia monoparental, o la escasez de
redes sociales de apoyo son algunos de los factores de riesgo de la pobreza.
En función de la realidad de cada municipio y
teniendo en cuenta datos de este tipo, los ayuntamientos elaboran baremos u
ordenanzas reguladoras de prestaciones. Aquí los trabajadores sociales hacemos
un análisis de toda la situación problema, proponiendo la concesión de una
ayuda en caso de cumplimiento de dichos índices, pero iniciando, a la par, el complejo proceso de intervención, orientado hacia el
cambio. Este proceso puede estar enfocado en la mejora de la economía familiar,
pero también en la mejora de la formación, adquisición de habilidades para el
empleo, cuidado de la salud, o fomento
de la participación comunitaria como medida de fortalecimiento o creación de
nuevas redes sociales de apoyo.
Derechos y defensa
de las profesiones
Las entidades y los profesionales no somos
prestadores de caridad. Somos piezas clave en el cumplimiento de derechos y la
justicia social. Y aunque muchos afirmen poder hacer nuestro trabajo mejor que
nosotros, solo los profesionales sabemos desempeñar el Trabajo Social, y llevar
a cabo los métodos y técnicas que lo componen. Sabemos lo que hacemos y estamos
formados para interpretar e intervenir en la compleja realidad social, dinámica
y cambiante.
En una sociedad en la que todos sabemos de
Medicina, todos de Psicología, todos de enseñanza y todos
de intervención social, debemos hacer visibles
nuestras buenas prácticas y defender nuestras profesiones.